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domingo, 8 de enero de 2012

CASSIE NOS REGALA LA ESCENA DEL INVERNADERO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE JACE

fuente:cassandraclare
traduccion::themortalinstrumentsnews



Besé tus labios y te rompí el corazón



La campana del Instituto empieza a sonar, el profundo latido de corazón de la cumbre de la noche.

Jace deja su cuchillo. Es una navaja pequeña y prolija, con el mango de hueso, que Alec le dio cuando se convirtieron en parabatai. La usa constantemente y el agarre se está desgastando por la presión de su mano.


"Medianoche," dice él. Puede sentir a Clary a su lado, su respiración suave en el frío, el olor a hojas del invernadero. Él no se fija en ella, sino que mira hacia adelante, en los brotes brillantes de la planta de medianoche. No está seguro de por qué no quiere mirarla. Recuerda la primera vez que vio el florecimiento de las flores, durante la clase de horticultura, sentado en un banco de piedra con Alec e Izzy a cada lado de él, y los dedos de Hodge en el tallo de la flor - los había despertado cerca de la medianoche para mostrarles esa maravilla, una planta que normalmente crece sólo en Idris - y recordé el aliento de la captura en el aire de la medianoche invernal, a la vista de algo tan sorprendente y tan hermoso.

Alec e Isabelle han estado interesados, pero no, recuerda, atrapado por la belleza que había sido. Le preocupa, incluso ahora, cuando las campanas repican, en que Clary sea igual: interesada o complacida, incluso, pero no encantada. Él quiere que ella siente lo que hay sobre la medianoche, aunque no sabría decir por qué.

Un sonido escapa de su boca, un suave "¡Oh!" La flor está floreciendo: abriéndose como el nacimiento de una estrella, todo el polen brillante y pétalos de oro blanco. "¿Florecen todas las noches?"

Una oleada de alivio lo inunda. Sus ojos verdes brillantes, fijos en él. Ella flexiona los dedos inconscientemente, la forma en que ha llegado a comprender que hace cuando está deseando tener un bolígrafo o un lápiz para capturar la imagen de algo delante de ella. A veces desearía poder ver como ella: ver el mundo como un lienzo para ser capturado en la pintura, tizas y acuarelas. A veces, cuando ella lo mira de esa manera él se encuentra casi ruborizándose, una sensación tan extraña que casi no se reconoce. Jace Wayland no se ruboriza.

"Feliz cumpleaños, Fray Clarissa", dice, y su boca se curva en una sonrisa. "Tengo algo para ti." Hurga, un poco, alcanzando en el bolsillo, aunque no cree que ella se de cuenta. Cuando presiona la piedra de luz mágica en su mano, él es consciente de lo pequeños que son sus dedos - delicados pero fuertes, callosos de horas de aguantar lápices y pinceles. Los callos le hacen cosquillas en sus dedos. Se pregunta si el contacto con su piel le acelera el pulso a ella de la forma en que lo hace hace cuando ella le toca.

Aparentemente no, porque se aleja de él con una expresión que muestra curiosidad solamente. "Sabes, cuando la mayoría de las chicas dicen que quieren un pedrusco, no quieren decir, sabes, literalmente, un pedrusco."

Él sonríe sin querer. Lo cuál es inusual en él mismo, por lo general solo Alec e Isabelle pueden hacerle reír. Sabía que Clary era muy valiente la primera ver la que conoció - caminando en esa habitación después de Isabelle sin armas y sin preparar, tuvo el tipo de valor que no asocian con los mundanos, pero el echo de que ella lo hizo reír aún le sorprende más. "Muy divertido, mi sarcástica amiga. No es una pierda, precisamente. Todos los Cazadores de sombras tienen una luz mágica. Que te traerá la luz, incluso entre las sombras más oscuras de este mundo y de los demás." Eran las mismas palabras que su padre había hablado con él, al darle su primera piedra mágica. ¿Qué otros mundos? Jace le había pedido, y su padre se había reído solamente. Hay más mundos a un suspiro de distancia de éste que granos de arena en una playa. 

Ella le sonríe y hace una broma sobre los regalos de cumpleaños, pero él siente que ella se emociona, se desliza la piedra en el bolsillo con cuidado. La flor medianoche ya está derramando sus pétalos como una lluvia de estrellas, iluminando su cara con una iluminación suave. "Cuando tenía doce años, quería un tatuaje", dice. Un mechón de pelo rojo cae sobre sus ojos, Jace enfrenta a la necesidad de extender la mano y quitarlo hacia atrás.

"La mayoría de Cazadores de Sombras consiguen sus primeras marcas a los doce años. Debe haber sido tu sangre. "

"Tal vez. Aunque dudo que la mayoría de los Cazadores de Sombras se hace un tatuaje de Donatello de las Tortugas Ninja Mutantes en su hombro izquierdo." Ella sonríe, de esa manera que hace cuando dice cosas que son totalmente inexplicables para él, como si las estuviera recordando con cariño. Le llega una punzada de celos por sus venas, aunque no está seguro de lo que está celoso. Simon, quién entiende sus referencias del mundo mundano y Jace no puede ser parte él. El mundo mundano en sí al que ella podría volver algún día, dejandole a él y a su universo de demonios y cazadores, las cicatrices y la batalla, ¿con gratitud por detrás?

Se aclara la garganta. "¿Querías una tortuga en el hombro?"

Ella asiente con la cabeza, y su cabello se cae fuera lugar. "Quería cubrir mi cicatriz de viruela." Quita una tira de la camiseta a un lado. "¿Ves?"

Y lo ve: hay algún tipo de marca en el hombro, una cicatriz, pero ve más que eso: ve la curva de su clavícula, la fina capa pecas en la piel como una capa de oro, la curva suave de su hombro, el pulso en la base de su garganta. Ve la forma de su boca, los labios entreabiertos. Sus pestañas cobrizas, cómo las baja. Y es arrastrado a través de una ola de deseo, un tipo que nunca ha experimentado antes. Él deseó niñas antes, sin duda, y satisfizo ese deseo: siempre había pensado en él como hambre, la necesidad de un tipo de combustible que el cuerpo desea.

Nunca había sentido deseo de esta manera, un fuego limpio que quema el pensamiento, que hace que sus manos - no tiemblen, exactamente, pero vibran con energía nerviosa. Aparta los ojos de ella, a toda prisa. "Se está haciendo tarde", dice. "Tenemos que irnos."

Ella lo mira, con curiosidad, y no puede evitar la sensación de que esos ojos verdes pueden ver a través de él. "¿Alguna vez has salido con Isabelle?", preguntó.

Su corazón todavía late con fuerza. No entiende bien la pregunta. "¿Isabelle?" repite. ¿Isabelle? ¿Qué tiene Isabelle que ver con esto?

"Simon se preguntaba," dice ella, y él odia la forma en que ella dice el nombre de Simon. Él nunca había sentido nada como esto antes: nada lo ponía tan nervioso como ella. Recuerda ir hacia ella en el callejón detrás de la cafetería, la forma en que había querido llamarla a fuera, lejos del muchacho de cabello oscuro con el que estaba siempre, a su mundo de sombras. Había sentido incluso entonces que ella pertenecía donde él pertenecía, no en el mundo mundano, donde las personas no eran reales, donde pasan más allá de su visión como marionetas en un escenario. Pero esta chica, con sus ojos verdes lo cubrió como una mariposa, ella es real. Como una voz escuchada en un sueño, que sabes que proviene del mundo de la vigilia, ella es real, perforando la distancia que ha puesto tanto cuidado de sí mismo como una armadura.

"La respuesta es no. Quiero decir, puede haber habido un momento en que uno u otro lo considerase, pero es casi una hermana para mí. Sería extraño. "

"¿Quieres decir que Isabelle y tú nunca -"

"Nunca".

"Ella me odia", dijo Clary.

A pesar de todo, Jace casi se ríe, como un hermano podría, se toma un cierto deleite en observar a Izzy cuando está frustrada. "Sólo la pones nerviosa, porque ella siempre ha sido la única chica en un grupo de chicos que la adoran, y ahora ya no es."

"Pero ella es tan hermosa."

"Tu también lo eres", dice Jace, de forma automática, y ve que la expresión de Clary cambia. No puede leer su rostro. Es casi como si nunca le ha dicho a una chica que es muy guapa antes, pero no puede recordar un momento en que no fue calculado. Fue accidental. Le hacía sentir como ir a la sala de entrenamiento y lanzara cuchillos y patadas y puñetazos y luchara contra las sombras hasta que estuviera ensangrentado y agotado, y como si su piel estuviera abierta, esa era la forma en la que estaba acostumbrado.

Ella se le queda mirando, en silencio. La sala de entrenamiento es, entonces.

"Probablemente deberíamos bajar", dice otra vez.

"Está bien." Él no puede decir lo que ella está pasando por su voz, tampoco; su capacidad para leer a la gente parece le ha abandonado y no entiende por qué. Rayos de luz de la luna llegan a través de los cristales del invernadero hacia su camino de salida, Clary ligeramente por delante de él. Algo se mueve delante de ellos - una chispa de luz blanca - y de repente ella se queda parada y medio se vuelve hacia él, y de repente está en el círculo de sus brazos, y es cálida y suave y delicada y la está besando.

Y se asombra. Él no funciona de esta manera; su cuerpo no hace las cosas sin su permiso. Es su instrumento tanto como el piano, y él siempre ha estado en perfecto dominio del mismo. Pero ella sabe dulce, como manzanas y cobre, y su cuerpo en sus brazos es tembloroso. Ella es tan pequeña, sus brazos van a su alrededor, para sostenerla, y se pierde. Entiende ahora por qué los besos en las películas se filman como son, con la cámara dando vueltas sin parar, dando vueltas: el suelo es inestable en sus pies y se aferra a ella, por pequeña que sea, como si pudiera sostenerlo.

Sus manos suaves por la espalda. Puede sentir su respiración contra él; un grito de sorpresa en medio de los besos. Sus delgados dedos en su pelo, en la parte posterior de su cuello, enredando suavemente, y recuerda la flor de medianoche y la primera vez que lo vió y pensó: aquí hay algo muy bonito que pertenece adecuadamente en este mundo.

La fuerza del viento es audible para él primero, Instruído como está para escucharlo. Se retira de Clary y ve a Hugo, ubicado en el hueco de un pequeño ciprés. Sus brazos están todavía alrededor de Clary, su peso ligero contra él. Sus ojos están medio cerrados. "No te asustes, pero tenemos audiencia", le susurra. "Si Hugo está aquí, Hodge no debe andar lejos. Tenemos que irnos."

Su ojos verdes aletean todo el camino abiertos, y parece divertida. Eso pica un poco en su ego. Después de ese beso, ¿no debería estar ella desmayándose a sus pies? Pero ella está sonriendo. Ella quiere saber si Hodge está espiando. La tranquiliza, pero siente su suave sonrisa con un viaje a través de sus manos unidas - ¿Cómo ocurre eso? - mientras ellos van camino hacia abajo.

Y entonces lo entiende. Él entiende por qué las personas se dan la mano: él siempre había pensado que se trataba de posesión, diciendo: Esto es mío. Pero se trata de mantener el contacto. Se trata de hablar sin palabras. Se trata de que te quiero conmigo y no te vayas.

La quiere en su habitación. Y no de esa manera - ninguna chica ha estado nunca en su habitación de esa manera. Es su espacio privado, su santuario. Pero quiere a Clary allí. Quiere que ella lo vea, la realidad de él, no la imagen que muestra al mundo. Quiere que se acueste en la cama con ella y tenerla envuelta dentro con él. Quiere observar su respiración suavemente durante la noche; verla como nadie la ve: vulnerable y dormida. Para verla y ser visto.

Así que cuando llegan a su puerta, y ella le da las gracias por el picnic de cumpleaños, él aún no suelta su mano. "¿Te vas a dormir?"

Ella inclina la cabeza hacia arriba y puede ver que su boca lleva la huella de sus besos: un color de rosa, como los claveles en el invernadero, y se le hace un nudo en el estómago. Por el Ángel, piensa, estoy tan...

"¿No estás cansado?" pregunta ella, rompiendo sus pensamientos.

Hay un hueco en la boca de su estómago, una irritabilidad nerviosa. Quiere empujarla de nuevo hacia sí mismo, para verter en ella todo lo que siente: su admiración, sus recién adquiridos conocimientos, su devoción, su necesidad. "Nunca he estado más despierto".

Ella levanta la barbilla, un movimiento inconsciente, rápido, y él se inclina hacia abajo, ahuecando la cara con su mano libre. No quería darle un beso aquí - demasiado público, demasiado fácil para ser interrumpidos -, pero no puede dejar de tocar su boca con la suya con ligereza. Sus labios en los de él, se apoya en ella y no puede parar. Estoy tan -

Es en ese preciso momento que Simon abre la puerta de la habitación y sale al pasillo. Y Clary se aleja de él a toda prisa, volviendo la cabeza a un lado, y él se siente con un dolor agudo como el de una venda que se quita de la piel.

Estoy muy jodido.

AMO A JACE!!!!!!!!!!!

martes, 9 de agosto de 2011

Escena de la MANSION WAYLAND (CIUDAD DE CRISTAL) PUNTO DE VISTA DE JACE )


Gracias a : .cds-mexico

Y con esto se alegro mi día, espero que el suyo también, Cassie nos regala  la escena de la Mansión Wayland (CIUDAD DE CRISTAL) , por que gracias a sus votaciones nuestro amado JACE gano el torneo de YA Crush ( ya-sisterhood)  !!!!!!!

Quien no quisiera se CLARY AHHHHHHH  !!!!!!!!!







"A través de los años, mucha gente me ha pedido esto – el punto de vista de Jace sobre la escena “intima” en ESTA SANGRE CULPABLE, capítulo nueve de Ciudad de Cristal (páginas 206 -211 en el libro de portada dura de CdC). Me he tomado algunas libertades aquí, la escena sucede unos momentos después de lo que pasa en la versión impresa de CdC – pero así era el borrador original"

Las partes en cursiva son partes del libro original, para ayudarlos a ubicarse mentalmente en la escena.

Clary escuchó un agudo golpeteo por todas partes alrededor de ella. Por un sorpresivo momento pensó que había comenzado a llover –entonces se dio cuenta que eran escombros y suciedad y vidrios rotos: los restos de la mansión destrozada siendo esparcidos alrededor de ellos como granizo mortal.

Jace la aplastó más duro contra el suelo, su cuerpo plano contra el de ella, su corazón casi tan audible en sus oídos como el sonido de la mansión remitiéndose en ruinas.

***
Mas tarde, Jace recordaría poco sobre la destrucción de la mansión el mismo, la explosión de la única casa que él había conocido hasta que tuvo diez años. El recordaría únicamente la caída desde la ventana de la biblioteca, retorciéndose y rodando hacia abajo sobre el paso, y agarrando a Clary, volteándola hacia abajo y debajo de él, cubriéndola con su cuerpo mientas las piezas de la mansión llovían alrededor de ellos como granizo.

Podía sentirla respirando, sentir la carrera de su corazón. La rapidez de su corazón, le recordó a su halcón, la manera en que se acurrucaba ciego y confiado en su mano. Clary estaba sosteniéndole por el frente de su camiseta, aunque el dudaba que ella se diese cuenta de eso, su cara contra su hombro; el estaba desesperadamente temeroso de que no hubiera suficiente de él para cubrirla completamente, para protegerla enteramente. El imaginó, rocas tan grandes como elefantes, rodando a través del suelo pedregoso, listas para aplastarlos a ambos, para aplastarla a ella. El suelo temblaba debajo de ellos y él se aplastó más duro contra ella, como si eso fuera a ayudar de algún modo. Era un pensamiento mágico, él sabía, como cerrar los ojos para no ver el cuchillo que venía hacia ti.

El rugido se había desvanecido. El se dio cuenta para su sorpresa que él podía escuchar de nuevo: pequeñas cosas, el sonido de los pájaros, el aire en los arboles. La voz de Clary, sin aliento. –Jace, creo que se te cayó tu estela en algún lado.-

El se hizo hacia atrás y la miró fijamente. Ella se encontró con su mirada, quieta. En la luz de la luna sus ojos verdes podrían haber sido negros. Su cabello rojo estaba lleno de polvo, su cara manchada con hollín. El podía ver el pulso en su garganta. Dijo la primera cosa en la que pudo pensar, deslumbrado, -No me importa. Mientras no estés herida.-

-Estoy bien.- ella extendió su mano, los dedos acariciando ligeramente a través de su cabello; su cuerpo, súper sensible por la adrenalina, lo sintió como chipas contra su piel. –Hay pasto en tu cabello,- dijo ella.

Había preocupación en sus ojos. Preocupación por él. Recordó la primera vez que la besó, en el invernadero, como él finalmente lo había captado, como finalmente había entendido la forma en que la boca de alguien contra la tuya podía deshacerte, dejarte dando vueltas y sin aliento. Que cualquier experiencia que tuvieras en todo el mundo, cualquier técnica que conocieras o hubieras aprendido, se iban por la ventana cuando era la persona correcta a quien estabas besando.

O la incorrecta.

-No deberías tocarme,- dijo él.

Su mano se congeló donde estaba, la palma contra su mejilla. – ¿Por qué no?-

-Tú sabes por qué. Tu viste lo que yo vi, no es así? El pasado, el ángel. Nuestros padres.-

Sus ojos se oscurecieron. –Lo vi.-

-Tú sabes lo que pasó.-

-Un montón de cosas pasaron, Jace-

-No para mi.- Las palabras salieron en un angustiado suspiro. –Tengo sangre de demonio, Clary. Sangre de demonio. Entiendes eso, no es así?-

Ella levantó la barbilla. El sabía cómo le disgustaba que sugiriera que no entendía algo, o que no lo sabía, o que no necesitaba saberlo. El amaba eso de ella y lo volvía loco. –No significa nada. Valentine estaba enfermo. El solo estaba despotricando-

-Y Jocelyn? Estaba loca? Se lo que Valentine estaba intentando hacer. Estaba intentando crear híbridos; ángel/humano, y demonio/humano. Tú eres el primero Clary, y yo el último. Soy en parte monstruo. Parte de todo lo que he intentado tan duramente de quemar para destruir.-

-No es verdad. No puede serlo. No tiene sentido.-

-Pero lo tiene.- Como ella no podía entenderlo? Parecía tan obvio para él, tan básico. –Lo explica todo.-

-Quieres decir que explica porque eres un cazador de sombras tan increíble? Porque eres tan leal y atrevido y honesto y todo lo que los demonios no son.-

-Explica,- dijo él sin inflexiones,- porque me siento de este modo sobre ti.-

El aliento siseó entre sus dientes. –Que quieres decir.-

-Eres mi hermana,- dijo, -mi hermana, mi sangre, mi familia. Debería querer protegerte,- el se atragantó con las palabras, - protegerte del tipo de chicos que quisieran hacerte exactamente lo que yo quiero hacerte.-

El la escuchó contener su aliento. Ella estaba mirándolo fijamente, y aunque el había esperado ver horror en sus ojos, alguna clase de repulsión – por lo que él no había pensado nunca decir tan claramente ni con tan poco tacto, la forma exacta como se sentía – el no vió nada de eso. El vió únicamente curiosidad, como si ella estuviera examinando el mapa de algún país desconocido.

Casi ausentemente, ella dejó sus dedos recorrer por su mejilla hacia abajo a sus labios, delineando la forma de su boca con la punta de su dedo índice, como si ella estuviera trazando una maldición. Había asombro en sus ojos. El sintió que su corazón se volteó y su cuerpo, siempre traidor, respondía a su toque.

-¿Que es, exactamente, lo que quieres hacerme?.- ella susurró.

No pudo detenerse. Se inclinó, los labios raspando su oído: -Puedo mostrártelo.-


El la sintió estremecerse, pero a pesar del temblor en su cuerpo, sus ojos lo retaron. La adrenalina en su sangre, mezclada con deseo y la imprudencia de su desesperación, hizo que su sangre cantara. Le mostraré, pensó. Parte de él estaba convencido de que ella lo alejaría. La otra mitad estaba demasiado lleno de Clary: de su cercanía, la sensación de ella contra él – como para pensar claramente. –Si quieres que me detenga, dímelo ahora,- él susurró, y cuando ella no dijo nada, el frotó sus labios contra el hueco de su sien. –O ahora.- Su boca encontró su mejilla, la línea de su mandíbula: probó su piel, dulce y salda, polvo y deseo. –O ahora.- Su boca trazó la línea de su mandíbula y ella se arqueó contra él, haciendo que enterrara los dedos en el suelo. Sus pequeños jadeos estaban volviéndolo loco, y el puso su boca contra de ella, para silenciarla, susurrando, diciéndole, no preguntándole: -Ahora.-

Y él la besó. Suavemente al principio, probando, pero de pronto sus manos estaban apuñando la parte de atrás de su camiseta, y su suavidad estaba presionada contra su pecho y él sintió la tierra sólida deshacerse debajo de él mientras caía. El estaba besándola del modo en que siempre quiso, con un salvaje y total abandono, su lengua lamiendo dentro de su boca en un duelo con la de ella, y ella era tan atrevida como lo era él, probándolo, explorando su boca. El alcanzó los botones de su abrigo justo cuando ella ligeramente mordió su labio inferior y todo su cuerpo se sacudió.

Ella puso sus manos sobre las de él, y por un momento el tuvo miedo de que ella fuera a decirle que se detuviera, que esto era enfermo, que ellos se odiarían a sí mismos mañana. Pero: -Permíteme,- dijo ella, y él se quedó quieto mientras ella tranquilamente desabrochó los botones y el abrigó cayó abierto. La camiseta que estaba usando debajo era casi transparente, y él podía ver la forma de su cuerpo debajo: las curvas de sus pechos el hueco de su cintura y la curva de sus caderas. Se sintió mareado. El había visto esto mismo en otras chicas antes, por supuesto que sí, pero nunca había importado.

Y ahora nada mas importaba.

Ella levantó sus brazos, su cabeza echada hacia atrás, suplicando con sus ojos. –Vuelve aquí,- susurró. –Bésame otra vez.-

El hizo un ruido que nunca pensó haber hecho antes y cayó de vuelta contra ella, sobre ella, besando sus parpados y labios, garganta, su pulso ahí – sus manos se deslizaron debajo de la camiseta translucida y sobre el calor de su piel. Estaba bastante seguro de que toda la sangre había abandonado su cerebro mientras luchaba contra el cierre de su bra –lo que era ridículo, ¿cuál era el punto de ser cazador de sombras y experto en todo, si no podías arreglártelas para abrir un bra?- y escuchó su propia suave exhalación cuando este se liberó y sus manos estuvieron en su espalda, la frágil figura de sus omóplatos bajo sus palmas. De algún modo, el pequeño ruido que ella hizo fue más erótico que lo que pudo haber sido ver a cualquiera otra desnuda.

Sus manos, pequeñas y determinadas, estaban en el borde de su camisa, tirando de ella. El la jaló hacia arriba por las costillas, queriendo más de sus pieles tocándose. Así que esta era la diferencia, pensó. Esto era lo que significaba estar enamorado. El siempre se había enorgullecido de su técnica, en tener control, en la respuesta que podía provocar. Pero eso requería evaluación y la evaluación requería distancia, y no había distancia ahora. El no quería nada entre él y Clary.

Sus manos encontraron la cinturilla de sus jeans, la forma de los huesos de su cadera. El sintió los dedos de ella en su espalda desnuda, las puntas encontrando sus cicatrices y trazándolas luego ligeramente. No estaba seguro de que ella supiera que estaba haciéndolo, pero ella estaba retorciendo sus caderas contra las de él, poniéndolo tembloroso, haciéndole querer ir demasiado deprisa. El se estiró hacia abajo y la encajó más firmemente contra él, alineando sus caderas con las suyas, y sintió su jadeo en la boca. Pensó que ella podría alejarse, pero en cambio ella pasó su pierna sobre su cadera, jalándolo aun más cerca. Por un segundo creyó que iba a desmayarse.

-Jace,- ella susurró. Ella besó su cuello, sus clavículas. Sus manos estaban en la cintura de ella, moviéndose hacia arriba sobre sus costillas. Su piel era sorprendentemente suave. Ella se alzó cuando él deslizó sus manos bajo su bra, y besó la marca con forma de estrella en su hombro. El estaba a punto de preguntarle si lo que estaba haciendo estaba bien, cuando ella se alejó de él abruptamente con una exhalación de sorpresa…

****

-¿Que sucede?- Jace se congeló. –¿Te lastimé?-

-No. Fue esto.- Ella tocó la cadena plateada alrededor de su cuello. En un extremo colgaba un pequeño círculo de metal plateado. Había golpeado contra ella cuando se había alzado. Ella lo miraba ahora.

Ese anillo – el metal curtido con su patrón de estrellas- ella conocía ese anillo.

El anillo Morgenstern. Era el mismo anillo que había brillado en la mano de Valentine en el sueño que el ángel les había mostrado. Había sido suyo y él se lo había dado a Jace, como siempre había sido traspasado de padre a hijo.

-Lo siento,- dijo Jace. El trazó la línea de su mejilla con la punta de su dedo, su mirada con una intensidad de ensueño. –Olvidé que estaba usando la maldita cosa.-

Un frio repentino inundó las venas de Clary. –Jace.- dijo en voz baja. –Jace, no lo hagas.-

-No hacer el que? No usar el anillo?.-

-No, no me toques. Detente por un segundo.-



Yo quiero un Jace Wayland !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


lunes, 8 de agosto de 2011

ALEC & MAGNUS

Este es un contenido especial, para quienes les gusta la pareja ALEC & MAGNUS, aquí les va:


                         ESPECIAL: BESO






Este es un contenido especial, para quienes les gusta la pareja ALEC & MAGNUS, aquí les va:







Estaba impreso en papel fino, casi pergamino, en una delgada y elegante mano. Anunciaba una reunión en la humilde casa de Magnus, un magnifico Brujo, y el asistente prometía "una calurosa tarde de delicias más allá de tus salvajes fantasías." Ciudad de Hueso.

Parado en el hueco de la escalera del hogar de Magnus, Alec observó el nombre debajo del timbre de la pared. BANE. El nombre realmente no parecia encajar con Magnus, reflexionó, al menos no ahora que lo conocía. Si tu realmente pudieras decir que conoces a alguien cuando asistes a una de sus fiestas, una vez, y después ellos salvan tu vida pero no estás consciente para agradecerle. Pero el nombre de Magnus Bane le hizo pensar en una especie de figura imponente, con grandes hombros y una túnica morada formal de brujos, invocando al fuego y al relámpago. No a ese Magnus, qué era más bien una mezcla entre pantera y un elfo loco.
Alec respiró hondo y dejo salir el aire. Bueno, el había llegado tan lejos, que tal vez podría seguir adelante. En lo alto la bombilla descubierta colgando como sombras barridas, mientras el se apróximaba hacia delante y presionaba el timbre.

Un momento después una voz hizo eco a través del hueco de la escalera. "¿QUIÉN INVOCA AL ALTO BRUJO?"

"Er" dijo Alec. "Soy yo. Que diga, Alec. Alec Lightwood"


Hubo una clase de silencio, como si incluso el mismo pasillo se hubiera sorprendido. Después un sonido metálico, y la segunda puerta se abrió, dejandolo fuera de la escalera. Se dirigió hacia las tambaleantes escaleras dentro de la oscuridad, las cuáles olían como a pizza y polvo. El descenso en el segundo piso era brillante, la puerta al otro extremo abierta. Magnus Bane estaba apoyado en la entrada.

Comparado con la primera vez que Alec lo vió, lucía bastante normal. Su cabello negro todavía estaba en picos, y lucía adormilado; su cara, incluso con esos ojos de gato, muy juvenil. Usaba una camiseta negra con las palabras UN MILLON DE DOLARES colocada a través del pecho en lentejuelas, y jeans que colgaban bajo en sus caderas, tan bajo que Alec apartó la mirada, mirando hacia sus propios zapatos. Los cuáles eran aburridos.

"Alexander Ligthwood" dijo Magnus. Tenía el leve rastro de un acento, uno en el que Alec no podía poner sus dedos en la pronunciación de las vocales. "¿A qué debo el placer?"

Alec miro detrás de Magnus- "Tienes- compañía?"

Magnus cruzó sus brazos, lo que hizó lucir bien a sus biceps, y se apoyo contra el lado de la puerta. "¿Porqué quieres saberlo?"

"Esperaba poder tener una charla contigo."

"Hum" Los ojos de Magnus lo miraban de arriba a abajo. Ellos realmente brillaban en la oscuridad, como el de los gatos. "Bien, entonces." Se volteó abruptamente y desapareció dentro del departamento; después de un momento de sorpresa, Alec lo siguió.

El desván lucía diferente sin cientos de cuerpos mezclándose en el. Era - bueno, no común, pero la clase de espacio en el que alguien tal vez viviría. Como la mayoría de los desvanes, tenía un enorme habitación central divida en "cuartos" por un grupo de muebles. Había una colección de cuadros de sofás y mesas ubicadas a la derecha, hacia donde el cuál Magnus hizó un gesto a Alec. Alec se sentó sobre un sofá de terciopelo dorado con elegantes volutas de madera en los brazos.

"¿Te apetece un poco de té?" preguntó Magnus. El no estaba sentado en una silla, pero se había tendido sobre una otomana con mechones sus largas piernas estiradas frente a él.

Alec asintió. Se sentía incapaz de decir algo. Algo que fuera interesante o inteligente. Era siempre Jace el quién decia las cosas inteligentes e interesantes. El era el parabatai de Jace y esa era toda la gloria que necesitaba o quería: ser la estrella oscura de un supernova. Pero este era un lugar donde Jace no podia acompañarlo, algo con lo que Jace no podía ayudarlo. "Seguro."

Su mano derecha sintió calor de repente. Miró hacia abajo, y se dió cuenta de que sostenía una taza de papel encerado de Joe, el Arte del Café. Olía como a Chai. Saltó, y apenas escapó de derramerselo sobre sí mismo. "Por el ángel -"

"Me ENCANTA esa expresión" dijo Magnus. "Es tan original."

Alec lo miró. "¿Robaste este té?"


Magnus ignoró su pregunta. "Así que" dijo "¿Porqué estás aqui?"

Alec tomo un trago del té robado. "Quería agradecerte," dijo, cuando tomo algo de aire. "Por salvar mi vida."

Magnus se inclinó hacia atrás sobre sus manos. Su camiseta rodó sobre su estómago plano, y esta vez Alec no tenía hacia donde mirar. "Tu quieres agradecerme."

"Salvaste mi vida," dijo Alec, de nuevo. "Pero yo estaba delirando, y no creo que realmente te haya dado las gracias. Se que no tenías que hacerlo. Así que gracias."

Las cejas de Magnus desaparecieron en su linea de cabello. "De... nada?"

Alec colocó su té abajo. "Tal vez debería irme."

Magnus se levantó. "¿Después de haber llegado tan lejos? ¿Todo el camino hacia Brooklyn solo para agradecerme?" El estaba sonriendo. "Eso si que sería una perdida de esfuerzo." El se acercó y puso su mano sobre la mejilla de Alec, su pulgar acariciando su pómulo. Su toque se sentía como fuego, formando chispas a su apso. Alec se paralizó soprendido - sorprendido del gesto, y sorprendido del efecto que esta teniendo de él. Los ojos de Magnus se redujeron, y el retiró su mano. "Huh" se dijo a si mismo.

"¿Qué?" Alec repentinamente se preocupó sobre si había hecho algo mal. "¿Qué es?"


"Es tan sólo que..." Una sombra se movió detrás de magnus; con fluida agilidad, el Brujo miró alrededor y recogió del suelo a un pequeño y atigrado gato de color gris y blanco. El gato se enredó misteriosamente en su brazo y miraba a Alec con sospecha. Ahora dos pares de ojos dorado-verde lo observaban. "No era lo que esperaba"

"¿De un Cazador de Sombras?"

"De un Lightwood."

"No sabía que conocieras tan bien a mi familia."

"He conocido a tu familia desde hace cientos de años." Los ojos de Magnus buscaban su rostro. "Ahora tu hermana, ella es una Lightwood. Tu -"

Parte 2: Traducción por The Mortal Instruments News en Español.


"Ella dijo que yo te gustaba".

"¿Qué?"

"Izzy. Mi hermana. Me dijo que yo te gustaba. Te gustaba. Te gustaba."

"Me gustabas, ¿Me gustabas?" Magnus enterró su sonrisa en la piel del gato. "Perdona. ¿Tenemos doce años? Yo no recuerdo haber dicho nada a Isabelle..."

"Jace lo dijo también." Alec fue contundente; era la única manera que conocía como ser. "Que yo te gustaba. Que cuando él subió aquí arriba, tu pensabas que era yo y te decepcionaste al ver que era él. Eso nunca sucede."

"¿No sucede? Bueno, debería."

Alec se sobresaltó. "No - me refiero a Jace, él es.... Jace."

"Él trae problemas," dijo Magnus. "Pero tu no tienes malicia. Lo cuál en un Lightwood, es una adivinanza. Vosotros siempre habéis sido una familia trazada, como unos Borgia de renta baja. Pero no hay mentiras en tu cara. Tengo el sentimiento que todo lo que dices sincero."

Alec se inclinó hacia delante. "¿Quieres salir conmigo?"

Magnus parpadeó. "Ves, eso es a lo que me refiero. Sincero."

Alec mordió su labio y no dijo nada.

"¿Por qué quieres salir conmigo?" inquirió Magnus. Estaba frontando la cabeza de Chairman Meow, sus dedos largos doblaban las orejas del gato hacia abajo. "No es que no sea altamente deseable, pero la manera en qué lo has pedido, parecía como si pidieras algún tipo de ajuste -"

"Lo hago," dijo Alec. "Y pensaba que yo te gustaba, y dirías que sí, y podría intentar - quiero decir, podríamos intentar -" Puso su cara entre las manos. "A lo mejor fue un error."

La voz de Magnus fue suave. "¿Sabe alguien que eres gay?"

Alec sacudió la cabeza; se encontró respirando un poco fuerte, como si hubiera corrido una carrera. Pero que podía hacer, ¿negarlo? ¿Cuando vino aquí a hacer exactamente lo contrario? "Clary," dijo, con voz ronca."Lo que fue... Fue un accidente. Y Izzy, pero ella nunca dirá nada."

"No a tus padres. ¿No a Jace?"

Alec pensó sobre Jace sabiéndolo, y alejó el pensamiento, fuerte y rápido. "No. No, y no quiero que ellos lo sepan, especialmente Jace."

"Pienso que podrías decirselo." Magnus frotó la barbilla de Chairman Meow. "Se rompió en pedazos como un puzzle jigsaw cuando pensó que ibas a morir. Se preocupa -"

"Pienso que mejor no." Alec seguía respirando rápidamente. Se frotó las rodillas de sus vaqueros con sus puños. "Nunca he tenido una cita," dijo en voz baja. "Nunca he besado a nadie. Nunca. Izzy dijo que yo te gustaba y pense -"

"No soy indiferente. ¿Pero te gusto ? Porque este tema de ser gay no significa que debas arrojarte a cualquier tio y estará bien porque no sea una chica. Hay gente que te gusta y gente que no."

Alec pensó en su habitación en el Instituto, estando en un dolor delirante y veneno cuando Magnus entró. Apenas le había reconocido. Estaba casi seguro que había estado gritando por sus padres, por Jace, por Izzy, pero su voz solo podía salir en un susurro. Recordó las manos de Magnus sobre él, sus dedos frescos y suaves. Recordó el fuerte agarre que mantuvo en el pecho de Magnus, por horas y horas, incluso después que el dolor se fuera y sabía que estaría bien. Se recordó mirando la cara de Magnus en la luz del amanecer, el oro del amanecer brillando como oro en sus ojos, y pensando lo extrañamente precioso que era, con su mirada y gracia de gato."

"Sí," dijo Alec. "Me gustas."

Se encontró con la mirada de Magnus de frente. El brujo le estaba mirando con una especie de mezcla de curiosidad, afecto y asombro. "Es tan extraño," dijo Magnus. "Genérico. Tus ojos, ese color - "Se paró y sacudió la cabeza.

"Los Lightwood, ¿sabías que nunca tuvimos ojos azules?"

"Monstruos de ojos verdes," dijo Magnus, y sonrió. Depositó a Chairman Meow en el suelo, y el gato se movió hacia Alec, y se frotó contra su pierna. "A Chairman le gustas."

"¿Es eso bueno?"


"Nunca salgo con alguien que no le guste a mi gato," dijo Magnus facilmente, y se levantó. "Así que digamos Viernes noche?".

Una gran ola de alivio llegó a Alec. "¿De verdad? ¿Quieres salir conmigo?"

Magnus sacudió su cabeza. "Tienes que parar de jugar al difícil de conseguir, Alexander. Hace las cosas difíciles." Sonrió. Tenía una sonrisa como la de Jace - no era como si ellos se parecieran, pero el tipo de sonrisa que ilumina todo su rostro. "Vamos, te acompaño fuera."

Alec se dirigió después de Magnus hacia la puerta principal, sintiendo como si el peso se hubiera ido de sus hombros, uno que ni él sabía que estaba llevando. Por supuesto que tendría que sacar una excusa sobre dónde iba a ir el Viernes noche, algo en lo que Jace no quisiera participar, algo que necesitara hacer solo. O podría pretender que estaba enfermo y escaparse. Estaba tan perdido en sus pensamientos que casi tropezó con la puerta principal, contra la que Magnus estaba apoyado, mirándolo con ojos entrecerrados como medias lunas.

"¿Qué sucede? dijo Alec.

"¿Nunca has besado a nadie?" dijo Magnus. "¿Nadie en absoluto?"

"No," dijo Alec, esperando que eso no le descalificara por salir con él. "No un beso de verdad."

"Ven aquí." Magnus lo tomo por los codos y lo acercó más. Por un momento Alec estaba totalmente desorientado por la sensación de estar tan cerca de otra persona, la clase de persona de la que él quería estar cerca tanto tiempo. Magnus era alto y delgado, pero no flaco. Su cuerpo era duro. Sus brazos ligeramente musculosos, pero fuertes. Era centímetros más alto que Alec, lo cual era raro, y se complementaban a la perfección. Los dedos de Magnus estaban debajo de su barbilla, llevando su cabeza ligeramente hacia arriba, y entonces se besaron. Alec escuchó un sonido saliendo de su propia garganta y luego sus bocas se fundieron con una urgencia descontrolada. Magnus, Alec pensó encantado, realmente sabía lo que hacía. Sus labios eran suaves, y superaba a Alec en experiencia, explorando su boca: una sinfonía de labios, dientes, lengua, cada momento despertando sensaciones que él ni sabía que tenía.
Encontró la cintura de Magnus con sus dedos, tocando su piel desnuda, la cual había estado evitando mirar hasta el momento, y deslizó su mano bajo la camiseta. Magnus se tensó por la sorpresa, pero luego se relajó. Dejó correr sus manos por los brazos de Alec, por su pecho, su cintura, encontrando las tiras del cinturón de Alec, estirando de ellas y acercándolo más. Su boca dejó la de Alec y Alec sintió la presión caliente de sus labios por la garganta, donde la piel era tan sensible que parecía estar conectada con los huesos de sus piernas, las cuales estaban apunto de desfallecer. Justo antes de caerse al suelo, Magnus lo soltó. Sus ojos brillaban y también lo hacía su boca.
"Ahora ya has sido besado," dijo, pasando por detrás de él y abriendo la puerta. "¿Nos vemos el Viernes?"
Alec aclaró su garganta. Se sentía mareado, pero también aliviado. La sangre corría por sus venas como un coche de formula uno, todos los colores parecían brillar. Mientras salía por la puerta, se giró y miró a Magnus, quién le miraba con gracia. Dio un paso adelante y estiró al brujo hacia él. Magnus cayó sobre él, y Alec le besó. Fuerte, rápido, confuso, sin practica, pero con todo lo que tenía dentro. Trajo a Magnus más cerca de él, su propia mano entre los dos, y sintió el corazón de Magnus dar un brinco en su pecho.
Dejó de besarle y se apartó.
"El Viernes." dijo, y dejó que Magnus se marchara. Se dio vuelta y se alejó por el pasillo, Magnus mirándole. El Brujo cruzó los brazos y se acomodó la camiseta donde Alec lo había agarrado, y sacudió la cabeza, sonriendo.
"Lightwoods," dijo Magnus. "Siempre tienen que tener la última palabra."
Cerró la puerta detrás de él, y Alec corrió bajando las escaleras de dos en dos, la sangre palpitando en sus oídos como si fuera música.


Awwww, que lindos !!!!!

sábado, 6 de agosto de 2011

Escena del ático desde el punto de vista de WILL !!!!!!



Y a qui les va , para los que ya han leído Los Orígenes ANGEL MECÁNICO, la escena del ático desde la perspectiva e WILL !!!!!!



Will Herondale estaba ardiendo.

Ésta no era la primera vez que había consumido sangre de vampiro, y conocía el patrón de la enfermedad. Primero llegaba el sentimiento de mareo y euforia, como si uno hubiera bebido demasiado gin - el breve período de agradable borrachera antes de que se establezca el morbo. Después el dolor, empezando en los pies y las yemas de los dedos, trabajando su camino arriba como si líneas de pólvora hubiesen atravesado su cuerpo y estuviesen quemando su camino hacia el corazón.

Había oído que el dolor no eran tan bueno para los humanos: que su sangre, más fina y débil que la sangre de los Cazadores de Sombras, no luchaba contra la enfermedad demoníaca como lo hacía la sangre de los Nefilim. Apenas se dio cuenta vagamente cuando Sophie entró con el cubo de agua bendita, salpicándolo con el agua fría y dejando los cubos en el sueño y marcharse otra vez. El odio que Sophie sentía por él era tan fiable como la niebla de Londres, podía sentir que provenía de ella cada vez que se acercaba a él. La fuerza de ello hizo que se levantara sobre sus codos. Acercó un cubo más cerca de él y lo vació encima de su cabeza, abriendo su boca como una golondrina tanto como pudo.

Por un momento, le roció el fuego quemando completamente a través de sus venas. El dolor retrocedió, excepto por las palpitaciones en su cabeza. Se volvió a tumbar, cautelosamente, doblando un brazo sobre su cara para bloquear la luz oscura proveniente de las ventanas bajas. Sus dedos parecían traer luz así como los movía. Escuchó la voz de Jem en su cabeza, regañándolo por arriesgarse a sí mismo. Pero la cara que vio a través de sus parpados no era la de Jem.


Ella le estaba mirando. La voz más oscura de su consciencia, el recordatorio de que él no podría proteger a nadie, ni siquiera a sí mismo. Mirando la manera en que lo hizo la última vez que la había visto; ella nunca cambió, por lo que con eso sabía que ella era fruto de su imaginación.


"Cecily," susurró. "Cecy, por el amor de Dios, déjame en paz."


“¿Will?”. Eso lo dejó sorprendido; ella se aparecía ante él a menudo, pero raramente hablaba. Acercó su mano, y él habría llegado a ella también, a no ser por el estruendo y estrépito de metal que le hicieron volver de su ensueño. Se aclaró la garganta.

"¿Ya has vuelto Sophie?" Dijo Will. "Te dije que si me traías otro de esos infernales cubos, yo -"

"No soy Sophie," le dijeron en respuesta. "Soy yo. Tessa."

El martilleo de su propio pulso se filtró en sus orejas. La imagen de Cecily se descolorió y desvaneció contra sus párpados. Tessa. ¿Por qué la habrán enviado? ¿Le odia tanto Charlotte como para hacer eso? ¿Tenía esto que ser algún tipo de clase objetiva para ella en las indignidades y peligros del submundo? Cuando abrió los ojos la vio de pié enfrente de él, parada en su vestido de terciopelo y guantes. Sus rizos oscuros eran asombrosos contra su pálida piel y sus mejillas eran pecosas, manchadas ligeramente con sangre, probablemente de Nathaniel.
Tú hermano, sabía que debería decir. ¿Cómo está? Debe de haber sido un shock verlo. No hay nada peor que ver a alguien a quién amas en peligro.
Pero han pasado años, y ha aprendido a tragarse las palabras que quería decir. De alguna manera estaban hablando de vampiros, sobre el virus y como se transmitía. Ella le dio el cubo con una mueca - bien, tenía estar disgustada con él - y lo usó de nuevo para aplacar el fuego, para parar la quemazón en sus venas y cuello y pecho.


"¿Te ayuda?" preguntó ella, mirándolo con sus claros ojos grises. "¿Derramarlo sobre tu cabeza de ésta manera?"

Will se imaginó cómo debería verse ante ella, sentado en el suelo con un cubo sobre su cabeza, e hizo un sonido estrangulado, casi una risa. Oh, ¡el glamour de los Cazadores de Sombras! ¡La vida del guerrero en la que había soñado cuando era un niño!


"Las preguntas que haces..." empezó. Otro puede que se hubiera disculpado por preguntar pero ella solo se mantuvo quieta, mirándolo como un pájaro curioso. Él no había pensado en que nunca había visto a nadie con los ojos cómo los de ella: era el color del gris niebla soplando desde el mar en Gales.
No puedes mentir a alguien con unos ojos como esos que te recuerda a tu juventud.

"La sangre me hace tener fiebre, hace que mi piel queme," él admitió. "No puedo enfriarme. Pero, sí, el agua ayuda."

"Will," dijo Tessa. Cuando la miró de nuevo, ella parecía estar aureolada por la luz como un ángel, aunque él sabía que era la sangre de vampiro haciendo su visión borrosa. De repente ella se estaba moviendo hacia él, reuniendo su falda a un lado para sentarse a su lado en el suelo. Él se preguntaba por qué estaba haciendo eso, y se dio cuenta para su propio horror que había sido él quién se lo había pedido. Se imaginaba la enfermedad de vampiro en su cuerpo, rompiendo su sangre, haciendo su voluntad más floja. Él sabía, intelectualmente, que había bebido suficiente agua bendita para matar la enfermedad antes de que se filtrara en sus huesos, y que él no podía poner su falta de control de lado por la enfermedad. Y sin embargo, ella estaba más cerca de él, lo suficientemente cerca que podía sentir el calor irradiando de su cuerpo.

Nunca te ríes," estaba diciendo ella. "Actúas como si todo fuera gracioso para ti, pero nunca te ríes. Algunas veces sonríes cuando piensas que nadie te está prestando atención."


Quería cerrar sus ojos. Las palabras de ella le atravesaron como una rebanada cortada por la hoja del cuchillo serafín, haciendo que sus nervios quemaran. No tenía ni idea de que ella le había observado tan de cerca, o tan exactamente. "Tú," dijo él. "Tú me haces reír. Desde el momento en que me golpeaste con ésa botella. Por no mencionar la manera en que siempre me corriges. Con ésa divertida expresión en tu cara cuando lo haces. Y la manera en que hiciste callar a Gabriel Lightwood. E incluso la manera en que le hablaste a de Quincey. Me haces..."

Su voz se apagó. Podía sentir el agua fría recorriendo su espalda, sobre su pecho, contra su acalorada piel. Tessa estaba sentada a centímetros de él, oliendo a polvo y perfume y transpiración. Sus húmedos rizos pegados a sus mejillas, y sus ojos estaban posados en él, sus pálidos labios rosas ligeramente apartados. Ella levantó la mano para apartar sus rizos de la cara, y, sintiendo como si se ahogara, él se le acercó. "Hay sangre todavía," dijo él, inarticuladamente. "En tus guantes."

Ella empezó a alejarse, pero Will no la dejó ir; se estaba ahogando, quieto, ahogándose, y no podía dejarla ir. Giró su pequeña mano derecha sobre la suya. Tuvo el deseo más fuerte de llegar a ella completamente, de empujarla contra él y tenerla entre sus brazos, de acompasar su delgado y fuerte cuerpo con el de él. Dobló su cabeza, agradecido de que ella no pudiera ver su cara así como la sangre le sonrojaba las mejillas. Sus guantes estaban andrajosos, rotos dónde ella había agarrado las esposas de su hermano. Con un toque de sus dedos, él abrió los botones de perlas que mantenían el guante cerrado, dejando al descubierto su muñeca.

Él podía oírse a sí mismo respirando. El calor propagándose por su cuerpo - no el calor artificial de la enfermedad vampírica, sino el rubor natural del deseo. La piel de su muñeca era pálida, traslúcida, las venas azules visibles debajo. Podía ver el aleteo de su pulso, sentir el calor de su respiración contra sus mejillas. Acarició la suavidad de su muñeca con las yemas de sus dedos y medio cerró los ojos, imaginando sus manos en su cuerpo, la lisa piel de los brazos, la suavidad de sus piernas escondiéndose debajo de la falda voluminosa. “Tessa,” dijo, como si ella tuviese la más mínima idea del efecto que estaba teniendo en él. Otras mujeres lo sabrían, pero Tessa no era una de ellas. “¿Qué quieres de mi?”.

"Yo - Quiero entenderte," suspiró ella.

El pensamiento era muy aterrador. “¿Es eso necesario?”

“No estoy segura de que nadie te entienda,” respiró, “excepto posiblemente Jem”.

Jem. Jem se dio por vencido tratando de entenderlo hacía mucho tiempo, pensó Will. Jem era un ejemplo de cómo puedes querer a alguien completamente sin entenderlo en absoluto. Pero la mayoría de las personas no eran como Jem.

“Pero a lo mejor él solo quiere saber que hay una razón,” estaba diciendo ella. Su mirada era fiera. Nada la paraba de discutir, pensó él, o de preocuparse: en ése sentido, ella era como Jem: la pérdida no la volvió amarga, o la traición no hizo que dejara de tener fe. Inconscientemente, ella movió su mano hacia atrás, gesticulando apasionadamente, y él la cogió, deslizando el guante fuera de su mano. Ella jadeó como si hubiera puesto sus manos en su cuerpo, sangre sonrojando sus mejillas. Su mano desnuda, pequeña, que se rizaba como una paloma dentro de la suya, se quedó inmóvil. La levantó hasta su boca, su mejilla, besando la piel de ella: pasando sus labios a través de sus nudillos, hacia su muñeca. La escuchó emitir un sonido de sorpresa en voz baja, y levantó su cabeza para verla sentada perfectamente quieta, sus manos sosteniéndose, sus ojos cerrados y sus labios medio abiertos.

Había besado a chicas, otras chicas, cuando el deseo físico básico había vencido el sentido común, en rincones oscuros en fiestas o debajo de un muérdago. Rápidos, besos rápidos, la mayoría de ellos, aunque algunos sorprendentemente expertos - dónde aprendió de Elisabeth Mayburn cómo hacer lo que ella hizo con sus dientes, ¿y porque nadie le había dicho a ella que no era una buena idea? - pero ésto era diferente.
Antes de que controlara la tensión, una deliberada decisión de dar a su cuerpo lo que le estaba pidiendo, se separaba de cualquier otro sentimiento. Cortaba las emociones por completo. Pero ésto - ésto era calor serpenteando a través de su pecho, acortando su respiración, haciendo que su piel fuera de gallina. Tuvo un sentimiento de dolor cuando dejó ir la mano de ella, una sensación de pérdida que solo se curó cuando la atrajo hacia él sobre el astillado suelo de madera, oyendo el material de su vestido y no importándole, sus manos se adhirieron a su nuca como ventosas mientras sus labios descendían por los suyos con parte igual de ternura y fiereza.

La boca de ella se abrió debajo de la suya, vacilante, y su mente en algún rincón le gritó que redujera el paso, que por alguna razonable suposición éste era el primer beso de ella. Forzó a sus manos ir más tranquilas, soltar gentilmente las sujeciones en su pelo y alisar sus rizos detrás de su nuca, sus yemas trazando caricias en sus suaves mejillas, sus hombros desnudos. Su pelo cayó como suave seda corriendo entre sus dedos y su cuerpo, presionado contra el suyo, era toda suavidad. Sus manos eran suaves como las plumas detrás de la nuca de él, en su pelo; ella hizo un sonido bajo contra su boca que casi se llevó cada último pensamiento de su cabeza. Empezó a doblar la espalda contra el suelo, moviendo su cuerpo contra el de ella -

Y se congeló. El pánico se apresuró a través de su sangre en un mar hirviendo cuando vio que toda su estructura frágil que había construido a su alrededor se había roto, todo por ésta, ésta chica, quién rompió su control como si nada lo hubiera hecho antes. Separó su boca de la de ella, empujándola, la fuerza de su miedo estuvo a punto de tumbarla. Se quedó mirándolo a través de la cortina de pelo, la cara de ella blanca por el shock.

"Dios del Cielo," susurró él. "¿Qué ha sido eso?".

Su asombro era evidente en su rostro. Su corazón se contrajo, bombardeando auto-odio a través de sus venas. La única vez, pensó. La única vez -

"Tessa," dijo él. "Creo que deberías irte."

"¿Irme?," sus labios se separaron; estaban hinchados por sus besos. Era como mirar a la herida que él había infringido, y al mismo tiempo, no quería otra cosa que besarla de nuevo. "No debería haber ido tan lejos. Lo siento -"
"Dios," La palabra lo sorprendió; había parado de creer en Dios hacía mucho tiempo, y ahora lo había invocado, dos veces. El dolor en su cara era más de lo que él podía soportar, y entre otras cosas porque él no había tenido intención de hacerle daño. Tan a menudo, había intentando hacer daño y herir, pero ésta vez él no lo pretendía - de ninguna manera - y había causado más dolor del que podía imaginar. No quería otra cosa que alcanzarla y cogerla entre sus brazos, no solo para satisfacer su deseo pero para darle ternura. Pero haciéndolo solo empeoraría la situación más de lo imaginable. "Déjame solo ahora," se oyó diciendo. "Tessa. Te lo estoy suplicando. ¿Lo entiendes? Te lo ruego. Por favor, por favor vete."

Su respuesta vino, finalmente, repleta de dolor y enfado. "Muy bien," dijo ella, a pesar de que no lo estaba. Y la miró de reojo: ella era orgullosa, no lloraría. No se molestó en coger las horquillas del pelo que él había deshecho; solo se levantó sobre sus pies, y le dio la espalda.

No se merecía otra cosa, lo sabía. Se había arrojado a sí mismo a ella sin respectar la reputación de ella o su indecorosa pasión. Jem habría pensado en ello. Jem habría sido mucho más cauteloso con los sentimientos de ella. Y una vez más, pensó, cuando sus pasos retrocedieron, también lo harían los de él. Pero ya no sabía como ser ésa persona de nuevo. Había escondido a ése Will por tanto tiempo con pretensión que lo alcanzó primero, y no la realidad. Clavó sus uñas en el suelo, agradeciendo el dolor, para que se comprara al dolor de saber que había perdido más de la buena opinión de Tessa ésta noche. Había perdido a Will Herondale. Y no sabía si alguna vez podría volver de vuelta a él.





Escena de la corte SEELI en la perspectiva de JACE!!!

Por que me encanta recordar y por que (AMO A JACE ), les dejo la escena en la corte SEELIE, CDS CIUDAD DE CRISTAL  en la prespectiva de JACE !!!!!!!!










"Se que no voy a dejar a mi hermana aqui en su corte," dijo Jace, "y como no hay nada que aprender tanto de ella como de mi, tal vez nos podría hacer el favor de dejarla ir?"
La Reina sonrió. Era una sonrisa hermosa y y terrible. La Reina era una mujer encantadora, tenía esa simpatía inhumana característica de las hadas, que era más como la simpatía del cristal duro que como la belleza humana. La Reina no parecia de alguna edad: podría verse de diez y seis o de cuarenta y cinco. Jace supuso que habría algunos que la encontraran atractiva - la gente habían muerto por ámor a la Reina - pero ella le daba un frio sentimiento en el pecho, como si hubiera tragado agua helada muy rapidamente. "Qué si te dijera que podría ser liberada con un beso?"

Fue Clary la que respondió, desconcertada: "Quiere que Jace la bese?"
Mientras la Reina y la Corte se reían, el sentimiento helado en el pecho de Jace se intensifico. Clary no entendía a las hadas, el pensaba. El le había tratado de explicar, pero no había una explicación, no en verdad. Lo que sea que la reina quisiera de ellos, no era un beso de el; ella pudo haber demandado eso sin todo este show y sinsentido. Lo que ella queria era verlos atrapados y luchando como mariposas. Era algo que la inmoralidad hacia en ti, el a veces pensaba: atontaba tus sentidos, tus emocione; la afilada, incontrolable y lamentable forma en que los humanos respondían a las hadas colo la sangre fresca a los vampiros. Algo vivo. Algo que ellos no tenian.
"A pesar de sus encantos," dijo la Reina echandole una mirada a Jace - sus ojos eran verdes, como los de Clary, pero nada como los de Clary - "pero ese beso no liberará a la chica."
"Yo podría besar a Meliorn," sugirió Isabelle, encogiendose de hombros.
La Reina movió la cabeza lentamente.  "Tampoco eso. Ni nadie de mi Corte."
Isabelle levanto sus brazos: Jace quería preguntarle que esperaba -  besar a Meliorn no le habría molestado a ella, entonces obviamente a la Reina no le importaba. Supuso que había sido bueno de ella al ofrecerlo, pero Iz, por lo menos, debería saber mejor. Ya había tratado con la Reina antes.
A lo mejor no era simplemente saber el modo de las hadas, Jace pensó. A lo mejor era saber como pensaba la gente que disfruta de la crueldad solo por ser cruel. Isabelle era irreflexiva, y a veces vana, pero no era cruel. Movió su largo cabello negro hacia atras y frunció el ceño. "No voy a besar a ninguno de ustedes," dijo firmemente. "Solo para que quede claro."
"Eso dificilmente parece necesario," dijo Simon, caminando hacia enfrente. "Si es solo un beso..."
Dio un paso hacia Clary, que no se movió. El hielo en el pecho de Jace se volvió en fuego liquido; apretó sus manos mientras Simon tomaba a Clary gentilmente en sus brazos y miraba su cara. Ella puso sus manos en la cintura de Simon, como si lo hubiera hecho mil veces antes. Por lo que el sabia, a lo mejor si lo había hecho. El sabía que Simon la amaba; el lo había sabido desde que los había visto por primera vez en la estúpida cafetería, el otro chico prácticamente ahogandose con las palabras para poder decir "Te amo" mientras Clary miraba por el lugar, inquietamente viva, sus verdes ojos lanzandose a todos lados. Ella no esta interesada en ti, chico mundano, pensó con satisfacción. Pierdete. Y luego se sorprendió de haberlo pensado. Qué diferencia representaba para el lo que esta chica que acababa de conocer pensara?
Parecía como si hubiera pasado una eternidad desde eso. Ya no era una chica que acababa de conocer; ella era Clary. Era la única cosa en su vida que importaba más que cualquier otra cosa en su vida, y el ver a Simon con sus brazos a su alrededor, cuando el quisiera, lo hacia sentir enfermo, débil y tan  enojado que podría matar a alguien. El impulso para pararse y separalos era tan fuerte que le costaba respirar.
Clary lo volteó a ver, su rojo cabello cayendo tras sus hombros. Ella parecia preocupada, cosa que era suficientemente malo. No podia aguantar el pensamiento de que ella sintiera pena por el. El movió la mirada rapidamente y atrapo la mirada de la Reina Seelie, vislumbrando con gusto: ahora esto es lo que ella buscaba. Su dolor, Su agonía.
"No," dijo la Renia, a Simon, con una voz como el suave corte de un cuchillo.  "Eso no es tampoco lo que quiero." Simon se alejó de Clary de mala gana. El alivio recorrió las venas de Jace como su propia sangre, ahogando lo que sus amigos estaban diciendo. Por un momento, lo único que le importó fue que no tendría que ver a Clary besar a Simon. Entonces Clary pareció nadar hasta centrarse: estaba muy pálida, y no pudo evitar imaginarse lo que estaba pensando. Estaba decepcionada por no haber podido besar a Simon? Aliviado como el estaba? Pensó cuando Simon le beso la mano antes ese dia y rapidamente alejo la memoria de su cabeza, aun mirando a su hermana. Mira hacia arriba, penso el. Mira hacia a mi. Si me amas me voltearas a ver.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho, la forma en que lo hacia cuando tenia frio o estaba enojada. Pero ella no lo volteó a ver. La conversación siguió alrededor de ellos: quien iba a besar a quien, que es lo que iba a pasar. Una desesperada rabia creció en el pecho de Jace, y como es usual, encontró su salida como un comentario sarcastico. "Bueno pues yo no voy a besar al mundano," dijo el. "Prefiero quedarme aqui hasta pudrirme."
"Para siempre?" dijo Simon. Sus ojos eran grandes, oscuros y serios. "Para siempre es muchísimo tiempo." Jace miró de regreso a sus ojos. Simon probablemente era una buena persona, pensó. El amaba a Clary y queria cuidar de ella y hacerla feliz. Probablemente sería un novio espectacular. Logicamente, Jace lo sabía, es lo que debería querer para su hermana. Pero no podia ver a Simon sin sentir la necesidad de matar a alguien. "Lo sabía," dijo groseramente. "Me quieres besar, no es así?"
"Por supuesto que no, pero si-"
"Supongo que es verdad lo que dicen. No hay hombres heterosexuales en las trincheras."
"Esos son ateos, idiota." Simon estaba de un rojo brillante. "No hay ateos en las trincheras."
Fue la Reina la que los interrumpió, inclinandose hacia adelante para que su blanco cuello y sus pechos se pudieran ver por encima del cuello de su vestido escotado. "A pesar de que esto es muy divertido, el beso que dejará a la chica en libertad, es el beso que ella más desea," dijo ella. "Solo eso y nada más."
Simon pasó de rojo a blanco. Si el beso que Clary más deseaba no era el de Simon, entonces... la forma en que ella mirava a Jace, de Jace a Clary, eso lo respondió todo.
El corazón de Jace empezó a latir fuertemente. Sus ojos encontraron a los de la Reina. "Por qué esta haciendo esto?"
"Yo pensé que te estaba ofreciendo una bendición," dijo ella. El deseo no siempre es reducido por el asco. Tampoco puede ser concedido como un favor, para aquellos que más lo necesitan. Y mis palabras se atan con mi magia, para ustedes sepan la verdad. Si ella no desea el beso, ella no será libre."
Jace sintió que la sangre le subia a la cara. Estaba vagamente consciente de Simon explicando que Jace y Clary eran hermano y hermana, que no era correcto, pero el lo ignoró. La Reina Seelie lo estaba mirando, y sus ojos eran como el mar antes de una tormenta, y el queria darle las gracias. Gracias.
Y eso fue lo más peligroso de todo, el pensó, a su alrededor sus compañeros peleaban sobre si el y Clary tenian que hacer esto, o lo que cualquiera de ellos haría para salir de la Corte. Para permitirle a la Reina que te de algo que en verdad quieres -  que en verdad en el fondo quieres - tienes que ponerte en su poder. Como lo habría visto y había sabido? Que esto era lo que el había pensado, querido, y por lo que había despertado en la noche sudando y jadeando. Que cuando el pensaba en la posibilidad de no volver a besar a Clary, quería morir, lastimarse o sangrar tanto que iría al ático a entrenar solo pro tanto tiempo que acabaria tan exhausto que no tendría más que desmayarse. Tendía moretones por la mañana, moretones, cortadas o la piel raspada y si pudiera nombrar cada una de las lesiones, todas tendrían el mismo nombre: Clary, Clary Clary.
Simon seguia hablando, diciendo algo, enojado otra vez. "No tienes que hacer esto, Clary, es un truco-" No un truco," dijo Jace. La calma en su voz lo tomó por sorpresa. "Una prueba." Miró a Clary. Ella se estaba mordiendo un labio, su mano sobre un rizo de su cabello; su gesto tan característico, algo que era parte de ella, le rompia el corazón. Simon ahora discutia con Isabelle mientras la Reina Seelie se recargaba y los veia como un silencioso y entretenido gato.
Isabelle sonaba exasperada, "A quien le importa. Es solo un beso."

"Eso es verdad," dijo Jace. Clary miro hacia arriba, y finalmente, sus grandes y verdes ojos se posaron en el. El se movió hacia ella, y como siempre, el resto del mundo desapareció hasta que solo quedaron los dos, como si estuvieran bajo el reflector en un auditorio vacío. El puso sus manos sobre sus hombros, volteando su cabeza hacia el. Ella había dejado de morderse el labio, sus mejillas estaban enrojecidas, sus ojos de un verde brillante. El podía sentir la tensión en su propia cuerpo, el esfuerzo para frenarse, para no tomarla y aprovechar esta única oportunidad, sin importar lo peligroso, tonto o imprudente que pueda ser, y besarla de una forma que pensaba jamas lo podría volver a hacer en su vida. "Es solo un beso," dijo el, y escucho la aspereza en su propia voz, y pensó si ella lo habría escuchado tambien.
No es que importara- no había forma de esconderlo. Era demasiado. El nunca había querido algo de esa manera. Siempre había habido chicas. En se había preguntado, en la oscuridad de la noche, con la mirada fija en las blancas paredes de su habitación qué es lo que hacia diferente a Clary. Era hermosa, pero otras chicas eran hermosas tambien. Era lista, pero tambien había otras chicas listas. Ella lo entendía, se reía cuando el se reía, podía ver a través de las defensas que ponía para esconder lo que hay detrás. No había un Jace Wayland más real que el que ella veía cuando lo miraba a el.
Pero aún así, podría encontrar todo eso en alguien más. La gente se enamora, se pierde y sigue adelante. No entendia por que el no podía hacer eso. Ni siquiera sabia por que no queria hacer eso. Solo sabia que lo que sea que le debiera al cielo o al infierno por esta oportunidad, debía de aprovecharla.
Se inclinó hacia adelante y tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella y le susurró al oído: "Puedes cerrar los ojos y pensar en Inglaterra si quieres," dijo el.
Sus ojos se cerraron, sus pestañas como lineas cobrizas contra su pálida y fragil piel. "Nunca he ido siquiera a Inglaterra," dijo ella, y la suavidad y ansiedad en su voz casi lo deshacen. Nunca había besado a una chica que no supiera que lo queria besar, normalmente el lo sabia, pero esta era Clary, y el no sabía lo que ella quería. El deslizó su mano por la de ella, sobre las mangas de su blusa hasta llegar a sus hombros. Sus ojos seguían cerrados, pero ella temblaba, y se acercó a el- apenas, pero era permiso suficiente. Su boca se acercó a la de ella. Y eso fue todo. Todo el auto control que había ejercido durante las últimas semanas se fue como el agua saliendo de una presa rota. Los brazos de ella rodearon su cuello y el la acercó contra el, ella era suave y dócil pero sorprendentemente fuerte como nadie que el hubiera tenido antes. El presionó sus manos contra su espalda, presionandola contra el, y ella estaba en la punta de sus dedos, besandolo tan intensamente como el a ella. El pasó su lengua por sus labios, abriendo su bica bajo la suya, y ella sabia salada y dulce como el agua de hada. El se aferró a ella más estrechamente, anudando su mano por su cabello, tratando de decirle, con la presión de su boca contra la de ella, todas las cosas que no podia decir en voz alta: Te amo; te amo y no me importa que seas mi hermana; no estes con el, no te vayas con el. Quedate conmigo. Quiereme. Permanece conmigo.
No se como estar sin ti.
Su mano se deslizó hacia su cintura, la acercaba hacia el, perdido en las emociones que viajaban en espiral por sus nervios, sangre y huesos, y no sabia lo que podría hacer o decir después, si hubiera algo que nunca hubiera pretendido terminara, pero escuchó el suave siseó de una risa en sus oídos, - La Reina Seelie - y lo sacudió de regreso a la realidad. Se alejó de Clary antes de que fuera demasiado tarde, retirando sus manos de su cuello y retrocediendo. Se sentía como si cortara su propia piel, pero lo hizo.
Clary lo miraba fijamente. Sus labios estaban separados y sus manos abiertas. Sus ojos muy abiertos. Detrás de ella Alec e Isabelle tenian la boca abierta, Simon parecia como si fuera a vomitar.

Ella es mi hermana, pensó Jace. Mi hermana. Pero las palabras no significaban nada. Podrían haber estado en otro idioma. Si había habido alguno esperanza de considerar a Clary como solo su hermana, esto -  lo que acababa de pasar entre ellos- la había destrozado en millones de pedazos, como un meteorito impactado contra la superficie de la Tierra. Trató de leer la cara de Clary, ella sentía lo mismo? Se veia como si solo quisiera darse la vuelta y salir corriendo de ahi. Yo se que lo sentiste, trato de decirle el con la mirada, y fue medio triunfo y media suplica. Yo se que tambien lo sentiste.Pero no había respuesta en su rostro, ella se envolvió con sus brazos de la forma en que lo hacia cuando estaba enojada y se abrazó a si misma como si tuviera frio. Ella desvió la mirada de el.
Jace sintió como si le estrujaran el corazón con un puño. El volteó hacia la Reina. "Fue suficientemente bueno? exigió el. "Eso la divirtió?"
La Reina le echó un vistazo: especial y secreto compartido entre los dos. Tu le dijiste de nosotros, decía con la mirada. Que la lastimaríamos, la romperíamos como se rompe una espiga entre tus dedos. Pero a ti, que pensaste que no te podíamos tocar, tu eres el que ha terminado roto. "Estamos muy entretenidos,"dijo ella. "Pero no tanto, como creo yo, que lo han estado ustedes."